Nuestro barrio



El atractivo y gentrificado barrio del Born ya tiene quien releve su fama en Barcelona. De un tiempo a esta parte, el que fuera el modesto barrio de Sant Antoni (distrito del Eixample, Barcelona), donde antes campaban ancianos y niños por sus calles, está viviendo una transformación. A un cambio de generación, una mayor inversión inmobiliaria y la llegada de locales estilosos, se le suma la remodelación del Mercat de Sant Antoni, que se espera finalice este año, para culminar el nuevo barrio barcelonés de moda.

La reforma del histórico mercado se inició en septiembre de 2009. El Ayuntamiento ya ha confirmado que se encuentra en su fase final y prevé que acaben las obras a finales de este año. Aunque el mercado dispondrá, de los 40.000 m2 edificados, 11.500 m2 de superficie comercial, a la remodelación se la ha dado un carácter similar al que se le otorgó en su día al mercado del Born cuando se recuperó, donde actualmente se encuentra el centro de Cultura y Memoria de la ciudad. En el de Sant Antoni han reservado un espacio a modo de museo para mostrar el patrimonio arqueológico hallado con las obras.

Aparte de restaurar la estructura modernista del edificio, reconstruyendo los frescos de las paredes y encantes del mercado, el servicio de Arqueología del Ayuntamiento decidió adecuar, en el sótano del mercado, el foso de una parte de muralla romana recuperada y un tramo muy bien conservado de la Vía Augusta, hallazgos con los que el Ayuntamiento justifica el retraso de las obras. Además, han apostado también por una energía sostenible. Aprovechando la superficie de pantallas de fonamentación construidas, de unos 17.000 m2, y la estabilidad de la temperatura del subsuelo, se usará la energía geotérmica para climatizar los locales.

También, el Consistorio aprovechará la concesión de reforma para urbanizar las cuatro plazas exteriores del futuro mercado, remodelar las colindantes calles Tamarit y Comte Borrell y las marquesinas del mercado dominical (la parada de libros de segunda mano al aire libre disponible todas las mañanas de los domingos).

Una reforma urbanística y  vecinal
Locales de lencería poco seductora, zapatillas de estar por casa en el aparador de las zapaterías, cafeterías sin un ápice de glamour pero con cafés molidos y servidos de la manera más fidedigna, la antigua horchatería Sirvent, inaugurada en 1943. Locales familiares, tradicionales. Eso era Sant Antoni hasta hace bien poco, no hace más de cinco años. También era el barrio del emblemático Molino, del Paral·lel y sus teatros, el Broadway barcelonés.

Ahora, el vecino histórico de Sant Antoni, el barrio que vio envejecer a Peret, es un jubilado con rebeca y pantalones concienzudamente planchados que debe capear los bares moldeados con hierro forjado y madera delicadamente estropeada para llegar a uno de sus locales, y no confundirse con esos jóvenes que emulan su vestimenta y creen disfrutar, con cuestionable nostalgia, un barrio auténtico que está arrastrándose por la gentrificación.

La obra modernista de Antoni Rovira i Trias, el mercat de Sant Antoni, de 1897, pasó sigilosa entre las páginas de guías turísticas durante años. Eso ayudó a no pervertir el barrio en manos del turismo y hallarlo, al perderse un poco de la ruta oficial, hacía descubrir una Barcelona auténtica. Pero el Born y el Raval se quedaron cortos y se extendieron los locales de brunch y vermut a esta zona de la ciudad. Discotecas reformadas, librerías, gastrobares y demás. Eso atrajo a jóvenes a buscar pisos al barrio y originó una inversión inmobiliaria.

La transformación está desplazando al vecino de tapa y carajillo y abre paso a unas ofertas culinarias exquisitas como las que ofrecen los cuatro restaurantes abiertos de los laureados hermanos Adrià con Tickets, Niño Viejo, Hoja Santa y la Bodega 1900, o el bar de la fábrica Moritz, donde nació la cervecera. Esta suculenta lista de restaurantes ha colaborado también a atraer, no solo turistas, sino vecinos nuevos a Sant Antoni y provocando una fuerte demanda de alquiler de pisos. Mientras para algunos les preocupa si la evolución borrará la identidad del barrio, otros se alegran de que Sant Antoni se disfrute y dé vida a la ciudad.

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